lunes, 19 de septiembre de 2016

La Cataluña que nos inventaron

"D'altra banda, el comte de Barcelona va consolidar la seva hegemonia sobre els altres comtes (Roselló, Empuries, Cerdanya, Urgell i Pallars), que li van reconèixer l'autoritat" (A. Albet Mas y otros, Geografia i Història, Vicens Vives, Educació Secundària, p. 72).



"Els comtes es consideraven igual entre ells, però reconeixien el de Barcelona -més fort i més ric- com una mena de germà gran (C.A. Trepat y otros, Medi natural, social i cultural, Cicle Superior 1, Barcelona, Barcanova, 3ª impresión de la 3ª ed. 2013, p. 215).



Los textos anteriores se insertan en la presentación del origen de Cataluña propia de nuestras escuelas e institutos. De acuerdo con ella este origen se encuentra en la Marca Hispánica creada por Carlomagno. Los diversos condados de dicha Marca (formados entre finales del siglo VIII y comienzos del IX) se habrían independizado de los reyes francos a finales del siglo X. Los condados no se unirían formalmente, pero ya a comienzos del siglo XII se reconocería la primacía del conde de Barcelona, de manera que éste, soberano en realidad tan solo de su propio territorio, el más grande y poderoso de entre los condados catalanes, ejercería ya en cierta forma la función de príncipe (principal) de Cataluña. De esta manera, cuando a mediados del siglo XII Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, se casa con Petronila, la hija del Rey de Aragón, pasando a ser príncipe de Aragón y padre de Alfonso II, el primer monarca que por derecho propio era titular tanto del Reino de Aragón como del Condado de Barcelona, con naturalidad se presenta dicha unión familiar como la de Aragón y Cataluña. Así, sin ningún rubor se afirma en los libros de texto de nuestros escolares que tras tal unión surgió la "Corona catalanoaragonesa", una auténtica falsedad, pues en la Edad Media en ningún momento se utilizó esta denominación, sino que quienes unían el título de reyes de Aragón y condes de Barcelona se hacían llamar simplemente así, Reyes de Aragón y, en su caso, y en función de para qué, utilizaban también el título de conde de Barcelona. Nunca utilizaron el título de monarcas en una pretendida "Corona catalanoaragonesa".



Pero, más allá del nombre, la duda es si el relato de los hechos responde a la realidad. Esto es, si el matrimonio entre Ramón Berenguer IV y Petronila supuso la unión entre Cataluña y Aragón o se trataba de otra cosa. Mi hipótesis (inconclusa) es que se trataba de otra cosa, pero que para el nacionalismo era fundamental presentar ese período histórico de la forma que se narraba en el párrafo anterior.
¿Cuál puede ser la realidad que se oculta tras el relato que repiten los libros de texto y la historiografía oficial?
Lo primero que hay que considerar es que cuando se producen las esponsales entre Ramon Berenguer IV y Petronila (1137) lo que acabaría siendo Cataluña estaba integrado por varios condados. Ramon Berenguer IV era titular de algunos de ellos, pero no de Urgell, Pallars Sobirà, Pallars Jussà, Empuries y Roselló. En el siguiente mapa, extraído de la "Història de Catalunya" dirigida por Pierre Vilar, puede constatarse la situación que comento:



Si dejamos de lado (de momento) la referencia con la que comenzábamos al reconocimiento de la pretendida superioridad del conde de Barcelona sobre el resto de condes ¿catalanes?, quienes le tratarían como a un "hermano mayor" lo que nos encontramos es con un espacio jurídico fragmentado en seis unidades políticas. Desde luego la más importante con diferencia es la constituida por los territorios que gobernaba el conde de Barcelona, pero esto no nos permite obviar a los otros territorios, que mantendrían su independencia, al menos formal, hasta el año 1172 (Roselló), 1192 (Pallars Jussà), 1314 (Urgell), 1325 (Empuries) y ¡1488! (Pallars Subirà).
¿Cataluña, por tanto, a mediados del siglo XII se reducía de alguna forma al condado de Barcelona? Podría ser. De hecho, y esto es curioso, el término Cataluña es posterior a la unión entre el condado de Barcelona y el reino de Aragón y no se utiliza para referirse a un territorio que coincide más o menos con el de la Cataluña actual antes del siglo XIII. Esto es, podemos especular con que en el momento en el que se produce la unión de Barcelona con Aragón el noreste de la Península Ibérica estaba integrado por un reino (Aragón) y una serie de condados, de los cuales el más importante era el de Barcelona, pero sin que sea imposible aventurar que faltaba la conciencia de que esos condados formaban parte de una entidad mayor (vid. G. Tortella/J.L. García Ruiz/C.E. Núnez/G. Quiroga, Cataluña en España. Historia y mito, Madrid, Gadir, 2016, pp. 13-14). Si esto fuera así de ninguna forma el matrimonio entre Ramon Berenguer IV y Petronila implicaría el nacimiento de la fantasiosa "Corona catalanoaragonesa", sino que se trataría simplemente de una unión personal del reino de Aragón y del condado de Barcelona, pasando el titular de ambos territorios a utilizar el título de mayor rango; esto es, el de rey de Aragón. De esta manera, cuando el Roselló, el Pallars Jussà, Urgells, Empuries, Pallars Subirà y el Valle de Arán (1411) pierden su independencia lo hacen por someterse al rey de Aragón (y conde de Barcelona), no porque se integren en una entidad política denominada Cataluña que, como decimos, es posterior, al menos, a la fusión entre el condado de Barcelona y el reino de Aragón. Es decir, Cataluña como entidad política ¡sería posterior a su unión con Aragón! Si se repara en que en el momento de dicha unión el concepto de Cataluña como entidad política no existía y que una parte significativa del territorio que ahora la forma aún no dependía del conde de Barcelona la idea no parece descabellada. De acuerdo con esta aproximación, por tanto, Cataluña surgiría como una división política dentro del reino de Aragón que incluiría el condado de Barcelona como núcleo y otros territorios próximos que se habrían ido incorporando a dicho reino durante los siglos XII, XIII, XIV y XV.

(Ermengol VI, conde de Urgell a mediados del siglo XII y que parece que mantenía buenas relaciones tanto con el conde de Barcelona como con el rey de Aragón y el de León y Castilla)

Es claro que un relato como el anterior no debería ser piedra de escándalo. Podríamos debatir sobre él sin que tuviera que alterar nuestras vidas la respuesta que finalmente diéramos; pero a la vez hemos de reconocer que para el nacionalismo catalán no es en absoluto indiferente que optemos por una Cataluña que surge como entidad política dentro del reino de Aragón que una imaginada corona catalanoaragonesa. Quizás por eso la insistencia en destacar que, pese a la independencia de algunos condados catalanes todavía en los siglos XIII y XIV (Pallars incluso en el siglo XV), el conde de Barcelona se situaba ya como "hermano mayor" de todos ellos; algo que no solamente se afirma en los libros escolares, sino también en las obras académicas (J.M Salrach, El procés de feudalització (segles III-XII), vol. 2 de P. Vilar (dir.), Història de Catalunya, Barcelona, Ediciones 62, 2ª ed. 2003, p. 357: "Res d'estrany, doncs, que els comtes dels restants territoris -Pallars Sobirà, Pallars Jussà, Urgell, Roselló i Empúries- se'n fessin vassalls". De este "vasallaje" (que sería bueno saber en qué se concretaba) se derivaba lo que escribe inmediatamente a continuación J.M. Salrach: "Potser ara ja podem parlar de Catalunya com un principat feudal". El nacimiento de este principado en ese momento, justo antes de las esponsales de Ramon Berenguer con Petronila sería clave para entender dicho matrimonio como una unión de entidades políticas que colocaría a Cataluña en plano de igualdad con Aragón. Sin ese sometimiento al conde de Barcelona resultaría que Cataluña no surgiría más que como consecuencia de la previa existencia del reino de Aragón, y eso sería letal para el relato que pretende una Cataluña milenaria.
Este relato requiere, precisamente, que exista esa unidad política de "los condados catalanes" con anterioridad al momento en el que el conde de Barcelona se convierte también en rey de Aragón. De otra forma el mito de la Cataluña milenaria se resiente, porque, de no existir esa unidad política ¿en qué basamos la unidad de los condados catalanes, aquellos que se pretenden existentes ya en el siglo X a pesar de que nadie puede identificar ni tan solo la referencia al nombre "Cataluña" con anterioridad al siglo XII? Esa primacía del condado de Barcelona puede servir de base para adelantar una pretendida conciencia común de pertenencia a una cierta comunidad política; pero sin esa ¿cómo se justifica que los condados que se extienden desde el mar Mediterráneo hasta el río Cinca (más o menos) se consideren parte de una entidad mayor? En los libros escolares esta entidad se vincula a la Marca Hispánica, de tal forma que los condados catalanes -tal como ya hemos adelantado- serían el resultado de la disgregación de aquélla, manteniéndose esta conciencia de unidad hasta la reincorporación de los mismos al Principado de Cataluña. Ahora bien, este planteamiento desconoce que no solamente los denominados "condados catalanes" integraban la Marca Hispánica, sino que también los tres condados que dieron origen al reino de Aragón (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza) tenían su origen también en el Imperio carolingio ¿qué mecanismos llevaron a unos a integrarse en Cataluña (recordemos, ¡aún no existente!) y a otros en un reino diferente, el de Aragón? Finalmente ¿tiene sentido plantearse en plena Edad Media que tras dos, tres o cuatro siglos se mantenga, aunque sea entre las personas más cultivadas, conciencia de compartir con otros condados o territorios la pertenencia a entidades políticas como el Imperio Carolingio o la Marca Hispánica?
Personalmente todo me huele a mistificación. Creo que resulta más plausible imaginar que nadie tenía conciencia de integrarse en ninguna "protocatalunya" durante los siglos X, XI o XII; lo que explicaría también que en ningún momento el conde de Barcelona se hubiera planteado tomar el título de rey de Cataluña. ¿Cómo podría ser rey de algo que no existía?
Quizás, de no haber surgido la oportunidad de acceder al trono de Aragón hubiese optado por pedir al Papa el título de rey... de Barcelona. De esa forma se hubiera puesto fin a la dependencia de Barcelona respecto a los reyes de Francia, que formalmente se mantuvo hasta el año 1258; pero esa sería ya otra historia. La que tenemos pasa por la unión del condado de Barcelona y el reino de Aragón en la persona de los descendientes de Ramon Berenguer IV y Petronila. Como resultas de esa unión acabó configurándose un espacio político propio dentro del reino de Aragón que adelanta la actual Cataluña y a la que acabaron integrándose unos territorios, los condados de Pallars Subirà i Pallars Jussà, Urgell, Empúries y Roselló, en los que probablemente poca conciencia habría que acabarían formando parte de una Cataluña milenaria que hundía sus raíces en la Marca Hispánica creada por Carlomagno.

Quizás fuera bueno darle un par de vueltas a este planteamiento, al menos para cuestionar el relato que se hace en los libros escolares y que, evidentemente, nunca es inocente ya que contribuye a crear y reforzar determinados vínculos identitarios. Leyendo los libros de mis hijos compruebo cuántos esfuerzos se hacen para conseguir su identificación con esa Cataluña milenaria y mítica que acaba confluyendo con Aragón en la inventada "Corona catalanoaragonesa", y cómo nada se intenta para que se sientan partícipes de una comunidad más amplia integrada por todos los españoles y que también hunde sus raíces en la historia.
Hemos de ponernos manos a la obra.