sábado, 21 de mayo de 2016

Un "no" rotundo a la violencia y a la coacción

En la Universidad de Lleida se ha vivido otro episodio de violencia y coacción dirigido contra personas que no comparten los planteamientos de quienes se creen en el derecho de decidir quién participa en el espacio público y quién no.

Hace unas semanas una profesora de laUnivesidad de Lleida veía cómo sus clases eran interrumpidas por un grupo deautodenominados estudiantes que la increpaban con el grito de “fascista”. Por desgracia no es algo que nos sorprenda ya. En otras Universidades y en otros ámbitos hemos ya vivido esto: personas que deciden quién puede colocar una carpa en la vía pública y quién no, quién puede dar clase y quién no, qué actos son admisibles y cuáles no. Cuando alguien se aparta de su dictado el método para conseguir la efectiva expulsión del espacio público es el griterío, si es necesario con megáfonos incluidos, la coacción mediante la ocupación de aulas o seminarios con personas que impiden el normal desenvolvimiento de las actividades o la presencia física directa rodeando a la víctima.

Por desgracia, es una experiencia compartida. Ayer (el 17 de mayo) sufría acoso de nuevo la profesora Manso en la Universidad deLleida, hace unos meses un seminario sobre el TTIP en la UAB tuvo que ser suspendido porque un grupo de estudiantes consideraron que no debía celebrarse y ocuparon la sala en la que se desarrollaba. Tan solo hace unas semanas una carpa de SCC en la UAB fue atacada por intolerantes que deciden quién tiene derecho a hablar y quién no.

No podemos consentir que la violencia y la coacción se adueñen de nuestra sociedad. Debería causarnos escalofríos ser testigos de cómo por nuestros campus campean grupos que se creen en el derecho de decidir lo que hacemos y no podemos hacer. En una huelga reciente era estremecedor ver cómo los profesores entregaban correos electrónicos impresos a quienes guardaban las barricadas para que los encapuchados les dejaran ir a esa o aquella reunión justificada mediante el correo que mostraban.

¿Cuándo hemos decidido que nuestro espacio público es de quienes se agrupan, amenazan, chillan o insultan?

Hemos de reaccionar, porque la situación es grave, no solamente por la existencia cierta de coacciones y violencia, sino, sobre todo, porque esta violencia y coacciones no reciben más que una respuesta institucional que se mueve entre lo tibio y lo inexistente. En el caso de la UAB todavía estamos esperando una condena de la institución por la agresión que se relata más arriba y la sensación de tolerancia hacia los violentos parece que se va extendiendo. Véase como, se realizan entrevistas complacientes a antiguos terroristas en la televisión pública y la presidenta del Parlamento recibe a un antiguo integrante de ETA que ningún arrepentimiento ha mostrado por su utilización de la violencia.


Una sociedad que banaliza el terrorismo y asume como normal la coacción no es ya plenamente una sociedad democrática. Reaccionemos, y hagámoslo con convicción.




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