lunes, 9 de diciembre de 2013

Vuelven las cesantías

Parece ser que el otro día el Ministro Montoro justificó los relevos en Hacienda diciendo que los niveles superiores de ese Ministerio estaban llenos de socialistas. Inevitablemente recordé la figura de las cesantías, que tan bien conocerán quienes hayan leído algo de novela española del XIX. El cesante; esa figura característica de ese siglo nuestro lamentable, perdido, y que no era otro que el funcionario que ante el cambio de gobierno se veía cesado en el puesto que ocupaba para dejar que fueran los afines al nuevo partido en el poder quienes gozaran de los emolumentos públicos. El cesante que pulula sin oficio ni beneficio por Madrid o cualquier otra ciudad española tan solo esperando que cambie las tornas y con ello su suerte, y maniobrando en la medida de sus escasas o muchas posibilidades para que así suceda es quizás, la mejor representación de una administración no al servicio de los ciudadanos, sino al servicio de quienes la ocupan; y de un sistema político y administrativo que tan solo pretende perpetuarse en el poder y para quien hacer que el país prospere y se defiendan los intereses generales es completamente secundario ¿nos suena de algo?
Afortunadamente en el siglo XXI la administración española no permite como en el XIX que todos los empleos públicos pasen a ser parte del "botín" de quien gana las elecciones; pero si se observa con un poco de atención veremos que no pocos políticos parecen aspirar a que así sea. No solo Montoro, evidentemente, pero su ¿desliz? hace más patente aún ese peligro: la vuelta al tenebroso siglo XIX. Cada vez que oigo hablar de propuestas de flexibilización o, incluso, desfuncionarización de la administración me vuelven a la cabeza las imágenes de ese país secuestrado por unos pocos preocupados tan solo por sus intereses personales y que tanto daño nos hizo en una época que debería haber sido clave para nuestra entrada en la Modernidad.
Ojalá nunca vuelvan las cesantías, por el bien de todos.


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