domingo, 22 de febrero de 2009

Política ficción

Hace unos días, Jordi Pedret publicaba en su muy recomendable blog (http://jordipedret.blogspot.com/) un artículo sobre el discurso en el Parlamento Europeo de Vaclav Klaus. En dicho artículo planteaba la necesidad de reaccionar ante el "sueño de la razón" que estaba produciendo discursos monstruosos como el del Presidente Checo. En un comentario a la entrada yo proponía tres reformas que podrían ayudar a que Europa diera un paso adelante. Mis propuestas eran:
1- Elección de un presidente europeo por sufragio de todos los ciudadanos. Dicho presidente tendría competencias en materia de defensa y política exterior.
2- Competencia fiscal plena para el Parlamento Europeo.
3- Competencia legislativa plena para el Parlamento Europeo.
Apuntaba también que prefería que la elección al Parlamento Europeo se hiciese por sistema mayoritario en circunscripciones en las que solamente se eligiese a un parlamentario.
Jordi mantenía que no estaba convencido de un sistema presidencialista para Europa y que no creía conveniente un sistema de elección mayoritario para el Parlamenteo Europeo, siendo preferible un sistema basado en listas realmente transnacionales.
A mi la ficción me gusta y el tema de Europa me apasiona; así que, en vez de escribir un largo comentario en el blog de Jordi, prefiero hacer esta entrada para poder explayarme a gusto sobre estos dos puntos: el Presidente Europeo y el modo de elección del Parlamento Europeo.
Sobre el Presidente Europeo:
Tal como he expuesto en otras entradas, la necesidad de una auténtica política exterior y de defensa europea me parece fuera de toda duda. También mantengo que estas políticas no tienen que basarse en la coordinación de las políticas de defensa nacionales. Esta coordinación es imposible, tanto en lo que se refiere a la política exterior como a la política de defensa (y si hubiera alguna duda sobre este último punto, la colisión de hace unas semanas entre dos submarinos nucleares francés y británico nos ha dejado claro lo eficaz de los mecanismos actuales de coordinación entre los aliados europeos); y siendo imposible operar medieante la armonización de las políticas estatales se hace necesaria la creación de una política europea propia, autónoma respecto a las que puedan desempeñar los Estados (aunque, evidentemente, intereaccionará con ésta). A este respecto, un Presidente europeo que tenga legitimidad directa y capacidad de acción propia tanto en materia de política exterior como de política defensa es indispensable. Es claro, sin embargo, que este Presidente Europeo tendrá que contar con el Parlamento Europeo para el desarrollo de sus funciones, aunque no sea más que porque el poder fiscal debería descansar en el Parlamento, tal como mantenía en la segunda de mis propuestas.
El Presidente Europeo, además, podría asumir parte de las funciones de la Comisión, en concreto las de impulso legislativo (compartida con el Parlamento y con los Estados). Además, quizá pudiera atribuírsele también la competencia de designar al Presidente del Banco Central Europeo; aunque nada más fuera para identificar un responsable político a quien culpar porque no se bajen o suban los tipos de interés del dinero.
Sobre el Parlamento Europeo:
El Parlamento Europeo debería asumir, tal como es tradicional en los sistemas parlamentarios, la capacidad de fijar impuestos. De esta forma, el presupuesto comunitario no dependería de la voluntad de los Estados, lo que resulta imprescindible para que Europa pueda avanzar como organización política. Además el Parlamento debería tener competencia legislativa plena, como cualquier otro Parlamento, de tal forma que podría plantear iniciativas legislativas y resolvería tanto sobre las por el introducidas como por las presentadas por el resto de sujetos habilitados (el Presidente Europeo, los Estados miembros...). De esta forma el Parlamento sería un auténtico representante del pueblo europeo y un contrapeso al Presidente europeo.
Y aquí viene el tema de la elección. Yo propongo un sistema de elección basado en circunscripciones donde se elija un solo candidato, mientras que Jordi plantea listas transnacionales. La diferencia no es de matiz ni técnica, sino de objetivos propuestos. Lo que hay detrás de mi propuesta es un intento de que no todo el poder se vaya a los partidos políticos. Si el sistema se basa en listas en la práctica los partidos controlarán quien es o deja de ser diputado, por lo que la legitimidad de los parlamentarios se basará en su adscripción al partido, quedandole a los electores únicamente la posibilidad de elegir entre unos u otros partidos. No digo que el sistema no tenga ventajas, que las tiene y muchas; pero no me satisface. Yo preferiría que todos y cada uno de los parlamentarios tuvieran una legitimidad popular, basada en haber ganado en la circunscripción por la que se han presentado enfrentándose directamente a otros candidatos en dicha circunscripción.
Y ya dentro de este esquema, el tamaño del Parlamento europeo tiene mucho que decir. Si el Parlamento europeo acoge a 700 y pico parlamentarios, tal como sucede ahora, cada circunscripción sería de, aproximadamente, 700.000 personas. La ciudad de Barcelona, por ejemplo, elegiría a dos diputados al Parlamento europeo. No me parece mal. Sabríamos quien es nuestro representante en Europa y podríamos seguir lo que hace, lo que vota, con quien se alia. Y luego daría cuenta directa a sus electores de sus años de servicio en Estrasburgo.
Como digo, no estaría mal; pero preferiría que el Parlamento Europeo tuviera menos diputados. Si en vez de 700 tuviera 200 cada diputado sería elegido por circunscripciones de unas 2.000.000 de personas. Cada parlamentario tendría más poder y los partidos políticos dejarían de tener el poder omnímodo que tienen actualmente en Europa. Yo creo que esto sería bueno porque los ciudadanos tendríamos la sensación (a lo peor solamente la sensación) de que tenemos algo que decir en la política europea, que actualmente se siente muy alejada de cada uno de nosotros. Si la elección al Parlamento Europeo se hace por medio de grandes listas transnacionales tendríamos la sensación de que todo está controlado por las grandes élites políticas, las que tienen el poder de decidir quién va en el número 3 de la lista y quién va en el 33.
Pero bueno, al fin y al cabo esto no es más que política ficción...

lunes, 9 de febrero de 2009

Febrero 2009

Con gris satisfacción observas cómo
en clara vaguedad las voces fluyen
para que a los que escuchan suave arrullen.
En la mesa aparentan un aplomo,
que no oculta un latido agrio, romo,
ansioso de placeres que de él huyen.
Ideas y palabras lucen, bullen,
llenan los corazones sin asomo
de vida ni alegría ni verdad.
Jauría de corderos que de lobos
disfrazan, sin saberlo, su bondad.
Enfados y también tiernos arrobos
mudan las caras llenas de frialdad
de los que creen ser letales bobos.